Por: Iván Peña
"Siempre hay una primera vez, pero entiendo que yo era parte fundamental del problema", asumió, resignado, Javier Aguirre, que, a las diez de la mañana, se presentó a dirigir su último entrenamiento en la ciudad deportiva de Majadahonda.
La sesión apenas duró 20 minutos, los suficientes para confirmar las divisiones que existían al interior del vestidor: Forlán, Maxi y Agüero se entrenaban por su lado mientras otros compañeros cuchicheaban entre risas la probable marcha del preparador.
La típica hipocresía de quienes tienen la doble cara los delata por si solos: "Estamos a muerte con el mister. La culpa es de todos", afirmaba Pablo. "¡Por fin se va!", batían palmas los menos contentos.
Miguel Ángel Gil Marín, consejero delegado dio la noticia, algo que ya era un secreto a voces, la destitución del mexicano, que después de más de dos años dejará el banquillo rojiblanco agobiado por los últimos resultados (5 derrotas y 2 empates), de un club que se distingue desde las épocas de Gil y Gil por el despido de técnicos.
Se cierra la era de Aguirre en los Colchoneros, sin embargo, ofertas de trabajo le sobrarán, incluso en un tiempo en el que las dudas se apoderan del futuro de la Selección Nacional de México, no se dude que más de un medio empezará a canidatear al "Vasco" para la silla grande del fútbol mexicano.
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